El autoengaño que mantiene tu vida pequeña

Hay algo que haces de forma natural, tan fácil para ti, que ni siquiera lo consideras un talento. Algo por lo que otros tal vez te han elogiado… o incluso se han burlado. Y ahí, justo ahí, podría estar el lugar donde mantienes viva una consciencia de pobreza que limita tu vida.

Yo, por ejemplo, siempre fui una niña súper curiosa. Me interesaba por todo. Preguntaba por todo. Aprendía rápido, memorizaba datos, cruzaba ideas, conectaba cosas de mundos distintos. Pero no era vista como alguien brillante. Me pusieron un apodo: “la reina de la trivia inútil”. Sonaba gracioso, pero dolía. Como si lo que me apasionaba no tuviera valor.

Con el tiempo dejé de mostrarlo tanto. Lo escondí. Lo descarté.

Hoy sé que esa curiosidad insaciable es una de mis herramientas más poderosas. Gracias a ella puedo hablar el lenguaje de cada persona, dar ejemplos precisos y diversos, conectar con sus historias.

Ayuda a que la gente se sienta comprendida y segura para cambiar.

¿Y tú?
¿Qué haces con una facilidad que ya ni valoras?
¿De qué te reías o qué te hicieron sentir que era “demasiado raro”, “poco práctico” o “innecesario”?
¿Dónde estás descartando tu grandeza porque no se parece a lo que otros llaman éxito?

Cuando no reconoces tu diferencia como un regalo, la conviertes en un límite.
Esa es la trampa de la consciencia de pobreza: hacerte creer que si es fácil, no vale; que si es natural, no sirve; que si te gusta, no se puede cobrar.
¿Y si fuera al revés?
¿Qué cambiaría en tu vida si te permitieras recibir el valor de eso que siempre ha estado contigo?

Cuestiónate. Haz una lista. Reconócelo. Úsalo. Regálaselo al mundo.
Ahí podría estar la llave para expandir tu vida… y salir, de una vez por todas, de esa prisión invisible que construiste para encajar.

 

Elena Blanco